3.9.07

Los bancos privados, alejados del sistema productivo

¿Es lógico que los bancos capten depósitos y presten fondos guiados sólo por criterios de rentabilidad financiera? Para bien o para mal, así funcionan hoy las entidades privadas, pero no siempre fue así. En febrero de 1977, el ministro de Economía de Jorge Videla, José Alfredo Martínez de Hoz, formado en la escuela monetarista de Chicago, modificó la ley de entidades financieras. El cambio supuso liberar las tasas de interés (antes fijadas por el Banco Central) y dejar la asignación del crédito (antes regulada por el Estado) en manos de los bancos. Hasta la reforma, los bancos estaban obligados a colocar sus fondos en determinadas actividades de la economía real. Luego de la reforma, no. Hoy las consecuencias están a la vista: sólo un pequeño porcentaje del crédito bancario beneficia a las actividades productivas, y la mayor parte va destinado al consumo. Pero el incremento del consumo requiere aumentar las importaciones o invertir para producir más. Y aunque en buena medida eso está sucediendo, ha sido sobre todo a partir de la reinversión de ganancias, con la venta de bonos, títulos o acciones, o con préstamos de las subsidiarias de las compañías extranjeras radicadas en el país ¿Cómo hacer entonces para que los bancos financien la expansión productiva de las empresas de capital nacional, en especial las Pymes? No hay una única respuesta a esa pregunta, pero el plato de soluciones parece incluir los siguientes ingredientes: - Reducir la emisión de títulos públicos de forma tal que sea mejor negocio para los bancos prestarles a particulares que al Estado. Para eso sería necesario mejorar los ingresos públicos o reducir los gastos. - A la vez, lograr que ese dinero vaya preferentemente a las empresas y no tanto a los créditos de consumo. Sería a partir de una política de encajes móviles: el banco que más financie la producción, tendría más fondos disponibles, pero las entidades que se dediquen a los préstamos de consumo tendrían que inmovilizar un mayor porcentaje de sus fondos en el Banco Central. - Simultáneamente, aplicar diversas políticas activas, como la creación de un banco estatal para el desarrollo o el subsidio de tasas en líneas de crédito para la producción o la conformación de fideicomisos para el desarrollo productivo. El economista Javier González Fraga, que fue presidente del Banco Central de Carlos Menem, pero en la etapa previa a la convertibilidad, al referirse a esta problemática destacó el rol indirecto del Estado en el mercado de crédito. “El Banco Central se gastó toda la expansión monetaria en sostener al dólar porque bajó el superávit fiscal”, fueron sus palabras durante una conferencia en La Plata. La lógica que expresó fue la siguiente: para sostener alto el precio del dólar, el central compra divisas, pero para evitar presiones inflacionarias absorbe los dólares emitiendo bonos que compran los bancos. Y si hubiera más superávit fiscal -por ende menos gasto público- se comprarían los dólares sin recurrir a emisión. Leonardo Perichinsky, investigador del Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación de la UNLP, le puso cifras al asunto: el total de préstamos de las entidades al central supera los 60 mil millones de pesos. “Y resulta evidente que a los bancos les resulta más seguro y rentable mantener una alta proporción de su cartera en títulos públicos y letras del Banco Central”. La economista Mercedes Marcó del Pont, de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (Fide), comparte parcialmente estos análisis pero aboga además por el establecimiento de mecanismos que impliquen premiar a las entidades que presten al sector productivo y desalentar los créditos al consumo. “La condición necesaria es que el mejor negocio para los bancos no sea comprar letras o noback sino prestar a la actividad productiva”, reconoció a Hoy. Luego se extendió: “Esa altenativa de prestarle al Banco Central como forma de política de esterilización (es decir, antinflacionaria) hay que seguirla con mucha atención. Entonces, condición necesaria: que no aparezca un nicho de atracción del negocio financiero. Y condición suficiente: yo creo que hay que empezar a tener un rol más activo por parte de la banca pública, esto que se está hablando de una banca de desarrollo, de darle al BICE otra entidad para empezar a darle más crédito a mediano y largo plazo”. Para Marcó del Pont, hay que aprender de las virtudes y errores del Banade de Brasil. “Y salir a plantear líneas de financiamiento en función de un plan estratégico de desarrollo productivo”. Además: “Hay que pensar en discutir políticas de manejo por parte del Banco Central en donde se premie más, con encajes diferenciados, u otros mecanismos, a los bancos que presten para la inversión o a la producción que a los que presten al consumo”. En los ‘90, los créditos al sector privado eran equivalentes al 23% del PBI. Hoy no llegan al 11%, pero la inversión se duplicó desde el peor momento de la crisis y ya está por encima de los niveles de la década pasada. Mantener ese ritmo de inversión requiere fondos del sistema financiero. Y ahí el rol del Estado puede ser decisivo.