20.2.11

La metáfora de la cigarra y la hormiga en la sociedad argentina



Las metáforas no explican la realidad, ni por qué las cosas son como son. Son un simple recurso retórico o bien una forma de explicar de manera simplificada y comprensible una cuestión compleja ya estudiada a través del método científico. Usamos metáforas todos los días: decimos, por ejemplo, que la ciudad "es un horno" obviamente para dejar en claro que hace mucho calor, aunque no tanto como dentro de un artefacto de cocina.

Tiempo atrás, recibí un correo masivo en el cual se utilizaba la fábula de la cigarra y la hormiga para dividir artificialmente en dos clases a los argentinos: las hormigas trabajadoras, agobiadas por los impuestos del Estado, y las cigarras haraganas, que vivía de las prebendas oficiales.

Por más simpática que pueda parecernos esa forma de "explicar" la realidad (no en mi caso), lo que resulta clar es que la persona que creó está "falsa semejanza" obvió fundamentar los motivos por los cuales cree que existe esa aparente inequidad por parte del Estado: todo lo que dijo "metafóricamente" no pudo haberlo dicho "racionalmente". Frente a una muy probable derrota racional, eligió apuntar a los sentidos y deformar la realidad a través de una metáfora que no se privada de demonizar a los inmigrantes, gobiernos extranjeros de índole popular o asociaciones derechos humanos.

La viveza del autor de la metáfora es que no incluyó a gobiernos extranjeros, instituciones o individuos que habitualmente se paran en la vereda de enfrente de todo lo que sea justicia social, respeto por los derechos esenciales de los seres humanos o progreso colectivo, al menos en lo que se refiere a los habitantes de los países como el nuestro.

A todo aquel que reciba esta u otras metáforas similares o incluso inversas, un simple consejo: hay que confiar más en los propios sentidos que en lo que ven ojos ajenos. Y animarse a "sacar las telarañas" a la capacidad de pensar por cuenta propia y no a través de cabezas ajenas.