20.8.07

¿Crecimiento con inflación o la estabilidad de los cementerios?



La “paz de los cementerios” en materia de precios es característica de países que cayeron en períodos de depresión económica. La puja distributiva entre el trabajo y el capital, entre diferentes eslabones de la cadena productiva entre sí, y entre el Estado y las empresas de servicios es más usual en períodos de auge de la economía, debido a la generación de riquezas que los diferentes sectores que intervienen en el proceso de producción pretenden tomar para sí. Esa pulseada puede provocar un movimiento ascendente de los precios. En Argentina, cinco años consecutivos de paulatino crecimiento económico dieron lugar a una disminución del desempleo y la pobreza, pero también a una carrera de los precios disimulada, apenas, por los índices oficiales. La aplicación de un modelo económico basado en un dólar alto y superávit fiscal por aplicación de retenciones a productos primarios permitió la sustitución de importaciones y la consecuente disminución del desempleo y la pobreza, pero poco pudo hacer el Gobierno para atenuar las subas de precios de productos de consumo popular. El modelo de la convertibilidad, en cambio, permitió en su mejor momento una disminución de los precios pero a costa de una baja de los salarios, la exclusión de parte de la población de la posibilidad de contar con empleo e ingresos, el endeudamiento del Estado y la extranjerización y concentración de la economía. Parte de esa herencia sigue entre los argentinos pero tiende a disminuir su gravedad, salvo en lo referido a la distribución de los frutos de la economía, que se mantiene en niveles parecidos a los de entonces. Así y todo, la mayoría de los economistas opina que la inflación es un problema que debe resolver el Gobierno. No todos coinciden en el diagnóstico sobre el origen del aumento de precios y por lo tanto proponen medidas de diferente tenor para enfrentar ese fenómeno que golpea en los bolsillos de los sectores de ingresos fijos. Jorge Avila, especialista del Cema, cree que se trata de una combinación de factores. “Por una parte, el fuerte incremento del gasto público que se verifica desde el año pasado. Por otra parte, el aumento de los precios de las materias primas que exporta el país, que inevitablemente eleva los precios internos. Ambos factores han venido a reforzar la inflación residual que experimenta el país desde la gran devaluación de 2002”, dijo a Hoy el economista del CEMA. Parecido fue el diagnóstico de Eduardo Curia. “La inflación se da por una mezcla de factores. Por una parte, los cambios en los valores relativos (por la devaluación) dejan una secuela. Por otro lado, en el frente fiscal está declinando el superávit. A la vez, hay un aumento de la demanda por el avance de la masa salarial, que además presiona sobre los costos de las empresas. Y en este contexto, el aumento del crédito al consumo es un multiplicador”, afirmó. Diferente fue la respuesta de Julio Gambina, economista del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. “Existen razones estructurales, entre ellas la dominación económica de capitales altamente concentrados en la producción y circulación de bienes y servicios. Los monetaristas hablan de inflación de costos (aumentos de salarios) y de demanda (mayor disposición al consumo), pero todas las mediciones de productividad y de distribución funcional del ingreso demuestran que no hay tal inflación de costos”, respondió. “El otro argumento se cae con 40% de trabajadores en situación irregular y 12 millones de pobres e indigentes que no pueden ser acusados de provocar el boom de consumo. El elevado consumo es de m2 de construcción de alto valor y de autos 0 km. Los precios suben porque hay condiciones de establecer esos valores en los que dominan el mercado y existen sectores de altos ingresos que los convalidan”. La concentración de los mercados como detonante o facilitador del aumento de precios ya fue señalada, entre otros investigadores, por el actual presidente de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, José Sbattella. De su trabajo se deduce que en algunas ramas industriales los aumentos de precios pueden decidirse en un solo despacho. Por ejemplo: en la industria siderúrgica, una sola compañía concentra el 84% de las ventas en el mercado interno. En cemento, 3 empresas tienen el 96%. En galletitas, 2 firmas poseen el 73% del mercado. En lácteos, las dos primeras tienen el 66% de la torta. Y en la comercialización de estos productos también actúan empresas con posición dominante: una sola cadena factura 5.500 millones de pesos anuales. Lácteos y carne tienen también el inconveniente que conlleva una demanda externa dispuesta a pagar precios más caros. Los productos vacunos, a su vez, usan como referencia los precios formados en un solo mercado, el de Liniers. Lo anterior parece demostrar que, más allá de cuestiones coyuntuales, existe un problema estructural en el sector formador de precios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con la línea de lo expresado.

Básicamente, la inflación como suele ocurrir en países subdesarrollados (= subindustrializados) tiene causas reales (es decir no monetarias) y de tipo estructural. Un país que se industrializa necesariamente debe quitar recursos del sector primario y volcarlos a la producción, por ende eso tiende a encarecer el costo de vida, a lo que se suma que el tipo de cambio elevado que es una precondición para la sustitución de importaciones de manufacturados presiona sobre los costos de insumos y de bienes de capital que requiere una industria completamente dependiente del exterior para obtenerlos. En ese contexto, cierta inflación es inevitable. Por supuesto, la derecha económica nunca va a reconocer que la escalada de precios tiene más que ver con la estructura oligopólica de la mayoría de los mercados que con el incremento de la demanda. Porque a la derecha le importa más la inflación que el desempleo? Porque la derecha argentina está compuesta en su mayoría de rentistas y especuladores para los cuales inflación (sobretodo en un contexto de tasas de interés relativamente bajas) es MALA PALABRA. Encima quieren convencer a la población que la inflación los perjudica más que el desempleo. Será que alguien quiere volver a la década del 90?